Todo empezó con una idea simple: compartir. Eligieron un cuento, aprendieron cómo hacer las bombas de semillas "nendo dango" y se organizaron para enseñar y acompañar.
Entre manos en la tierra, charlas, risas y miradas curiosas, pasó lo más importante: se encontraron. Grandes y chicos sembraron juntos, no solo semillas, sino también vínculos, conciencia y un fuerte mensaje de cuidado por la Tierra.